Ella no era como los vampiros de las historias de ficción. Podía comer ajo cuando se le antojaba, salía a la luz, y no vestía de negro, sino todo lo contrario. Tampoco salía de cacería, ya que las víctimas llegaban a ella. Ella sabía que sacando un poco de sangre de vez en vez era más productivo a largo plazo que el desangrar a su víctima una sola ocasión.
Como parte del ritual de dar vida, ella se aseguraba que su presa estuviera saludable. Luego de esto, penetraba la vena seleccionada sin que la víctima sintiera dolor, y cumplía su misión. En lugar de los dos agujeros en el cuello, la víctima salía con una pequeña marca en su brazo, y la satisfacción de haber donado sangre.