En un país democrático, el que sea, todo el mundo tiene derecho a creer, seguir y apoyar a quien quiera… o lo que quiera. Quien crea verdaderamente en la democracia tiene que aceptar que otros piensen y actúen diferente, sin excepciones.
Por supuesto, es mucho más fácil respetar los derechos de libertad de expresión, asociación y culto, cuando están alineados con nuestros ideales, que cuando son todo lo opuesto.
Sin embargo, una cosa es ese respeto y tolerancia hacia los que piensan o actúan diferente, y otra muy diferente someterse a lo que usted entiende que es malo.
Imagine que usted va a apuntar a su hijo en una escuela, ya sea pública o privada, y que, tan pronto entra al salón de quien será el profesor de su hijo, nota que este tiene en la pared un cuadro del diablo, Lucifer, Belcebú, como quiera que le llamen. Sea usted creyente en Dios o ateo, seguramente sentirá temor de dejar a su hijo con ese maestro.
El maestro puede ser lo más buena gente del mundo, sonrisa agradable, cariñoso y muchas otras cosas que usted busca en un profesor escolar. Aún así, usted piensa que dejar a su hijo en… Leer más...
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